Wednesday, June 28, 2017

Vision

Un hombre tiene una rara gimnasia mental cuando camina hacia su trabajo.
Se imagina cómo será la visión de la gente que se cruza. Se imagina cómo será la imagen suya que capta la otra persona, pero va más allá.
Supongamos que está en una esquina y ve que a media cuadra viene un auto. No sólo se imagina la visión del conductor del vehículo, sino que hace lo mismo con algún peatón que venga en sentido contrario, entonces tiene que trabajar, en cuestión de segundos, en tres visiones: la propia, la del conductor del auto y la del peatón que viene en sentido contrario.

En la primera el esfuerzo es nulo, sólo tiene que registrar lo que captan sus ojos y oídos.

En las otras el trabajo mental es un poco más complejo, ya que tiene que imaginar todo un contexto de sonidos e imágenes ajenos a él, integrarlo a su realidad para formar una sola imagen, pero de tres (supongamos) realidades.

Un día le pasó algo rarísimo: se cruzó con una pareja que iba a un colegio cercano. Cruzó miradas con ellos y, en ese momento, su cerebro comenzó a funcionar, pero por un detalle que observó en esas miradas.

Los dos chicos lo miraron, pero no lo miraron a él, miraron por arriba de su hombro izquierdo, en dirección a la calle.

Entonces trasladó su visión a la visión a la de cada uno de ellos: vió la calle, la pared del colegio en la vereda opuesta, y una chica que había dado vuelta la esquina, y que él había visto antes de doblar.

Y escuchó.
Escuchó el ruido del motor. Y del metal.

Y recordó la moto, que tuvo que frenar de golpe ante el cambio de verde a rojo en el semáforo de la esquina que acababa de pasar. Y recordó en el ómnibus que había parado también.

La composición de la escena en su mente fue tan perfecta, que sin darse vuelta, dió un salto hacia la pared, alejándose de la calle; al tiempo que la parejita hacía lo mismo, mientras la moto pasaba a su lado rozando el cordón y subiendo a la vereda, mientras su conductor hacía lo posible para amortiguar el porrazo que veía venir, y el colectivo frenaba a su lado con todos los pasajeros mirando por la ventana y el chofer insultando el eje de la rueda que acababa de romperse.

Monday, June 26, 2017

Pulso salvaje

Cuando uno es chico tiene una idea de ciudad como algo muy cuadrado, mecánico.
El ejemplo más claro es el de los dibujos animados, en el que se muestra las ciudades con movimientos casi automáticos, desde autos circulando con el ritmo que le permiten los semáforos, hasta obreros construyendo edificios con un ritmo aterrador.
Creo, sin embargo, que no hay nada más aleatorio y maravilloso que una ciudad. Esa máquina infernal que nos mostraban los animadores de nuestra infancia es un perfecto mecanismo de imperfección.
No hay dos vehículos que transiten por la misma calle a la misma velocidad, ni en el mismo carril, todos giran distinto, la gente camina a la velocidad que le permite su edad, tamaño y apuro.
No hay nada más impredecible que una ciudad. Su pulso es magnífico, aunque no sea precisamente un pulso. Pulso es, por definición, algo constante.

La ciudad es salvaje, es impredecible.
La ciudad es una gran inconstancia.

Respirar

Pocas cosas hay en el mundo tan retorcidas como el mundo de los sueños. Si uno lo analiza dentro de los parámetros no académicos, hay que...